PREGÓN DE FIESTAS. 9 DE OCTUBRE DE 2.010
Sr. Alcalde, concejales, mayordomos, mayordomas, vecinos, vecinas, amigos y amigas:
Cuando Javi el concejal de festejos, me hizo el ofrecimiento de hacer el pregón de las fiestas de este año, después del consiguiente susto por esta propuesta, me empecé a hacer a la idea de prepararlo. Ya puesto a ello, pensé en dos enfoques diferentes. Uno podía ser hablar del pueblo, de sus paisajes, de sus barrios, de sus calles y de sus gentes; de su belleza y sus bondades. Otra forma sería hablar también del cariño que le tengo al pueblo y a las fiestas, pero de forma subjetiva, con sentimiento, mirándome hacia adentro, rebuscando en mis recuerdos. Me he decidido por este segundo punto de vista más íntimo y personal.
Se me ocurrió, que además, ésta sería la oportunidad de hablar de una frase que se oye mucho en algunas conversaciones de la gente y con la que no estoy nada de acuerdo. Es esa que se dice y seguro que todos habéis escuchado de: “TODO ES MENTIRA”.
Que ¿por qué no me gusta?, pues porque la considero una expresión que refleja desconfianza, pesimismo, conformismo, victimismo y cualquier otro calificativo que va en contra de todo lo que hay a nuestro alrededor, en las personas y en las cosas, que son buenas, generosas, desinteresadas, que tienen mérito y necesitan del reconocimiento por ser verdaderas y auténticas. ¡QUE NO TODO ES MENTIRA!, ¡CLARO QUE NO! Y aquí, en este espacio que se me brinda, os voy a contar recuerdos y experiencias, con las que seguro que muchas personas que estáis escuchando en este momento, os vais a ver reflejadas. Voy a desgranar entre recuerdos lo que para mí es el pueblo y sus fiestas. Todos los que por alguna razón habéis tenido que salir de Pórtugos me vais a entender, y los que nunca han tenido la necesidad de abandonarlo, confío en que lo comprendan. No sé si esto es propio de un pregón de fiestas, pero nunca antes “me he visto en otra” y refleja lo que siento ahora y quiero compartir con vosotros.
Cuando me fui con mi familia a vivir a Granada, tenía ocho años y recuerdo que en la furgoneta en la que nos trasladábamos, durante el camino, lloraba por la emoción que me produjo abandonar el sitio donde había vivido los primeros años de mi vida y que no quería dejar atrás. En mi casa, con mis padres y hermanos siempre mostré el sentimiento de que algún día volvería a vivir en Pórtugos. Con nueve años tenía un sueño que deseaba que se hiciese realidad, y era ser maestro de mi pueblo algún día, como lo había sido mi padre y de esa forma podría volver a vivir aquí. Este sueño se cumplió, ¿a qué es verdad? Vivo aquí, aquí he formado mi familia, aquí ha nacido mi hija, aquí he realizado durante unos años mi profesión, y durante otros muchos he formado parte de la Corporación Municipal y actualmente participo en las actividades que realizamos dentro de la Asociación Cultural a la que pertenezco. En las parejas todos sabemos lo que tiran las mujeres, y al respecto, no puedo pasar por alto que si no es porque mi mujer se ha adaptado desde el principio a la vida en Pórtugos, en unas condiciones tan diferentes a las que ella estaba acostumbrada a vivir, otro gallo habría cantado.
Volviendo a mi infancia, en el colegio al que llegué en cuarto de EGB, cuando mi maestro (que conocía este pueblo, ya que estaba relacionado con la familia de los Boquetes) explicaba, yo no podía remediar relacionar muchas veces lo que nos decía en clase con experiencias que yo había vivido aquí y con las que siempre hacía comparaciones. Aprovechaba cualquier tema para levantar la mano y cuando el maestro me daba la palabra, siempre comenzaba diciendo: “Pues… en mi pueblo…”. Con el tiempo, los compañeros ya no esperaban a que hablara y en el momento de levantar la mano se oía un murmullo de fondo con las voces de otros niños que decían: “Pues…en mi pueblo….”. Creedme, pero esto que os cuento TAMBIÉN ES VERDAD.
Siempre quería volver, cuando hablaba con mi tía Angustias por teléfono, recuerdo que siempre le preguntaba por el tiempo que hacía, que como estaba el pueblo, que a quién había visto por la calle, especialmente al Pino. Desde Granada miraba a la Sierra, y a través de ella, saltando las cumbres en mi imaginación, veía Pórtugos. No lo podía remediar, pero no me adaptaba a la vida en Granada y pasaron muchos años y no había forma, siempre tenía en mi mente el pueblo. De esto, en mi casa, se reían mucho y me decían para chincharme: “si de todos nosotros, tú eres el único que no ha nacido en Pórtugos, que has nacido en la calle Mesones”. Esto me irritaba mucho y era verdad, ya que en un viaje a Granada de mis padres se me ocurrió nacer en el centro de Granada nada menos, en la Pensión de Brígida, enfrente mismo de la Librería Estudios de la calle Mesones. Como podéis ver, TAMBIÉN ES VERDAD…, que nada es perfecto.
¿Veis como los recuerdos salen como los racimos de cerezas? ¡Si me descuido casi me salgo del tema! Entonces, volvamos a lo que nos ocupa: las fiestas de Pórtugos y las cosas que siendo niño me llamaban mucho la atención.
Lo que por mucho que pasa el tiempo, no cambia, son los preparativos de todos los que tienen que venir a Pórtugos a pasar estos días. Un primer problema es cómo saber qué tiempo va a hacer para ver que ropa echar en la maleta, algo bastante complicado, ya que estamos en época de otoño y el tiempo suele ser bastante inestable. Ahora como estamos muy “modernos”, consultamos Internet y algo atinamos. ¡Qué odisea era venir para mi familia esos días! Con el equipaje preparado: maletas, bolsos con comida y hasta con la olla exprés, nos montábamos los seis en el pirata, todos muy bien preparados y mentalizados para no marearnos, con un cuaderno de canciones para venir cantando todo el camino…, en el Suspiro del Moro todos vomitando, …fuera canciones y bolsas en la mano. Alguna vez tuvimos que desplazarnos en la Alsina, pero de eso ya mejor ni hablar.
Recuerdo el olor inconfundible a almendra molida y matalahúva de los mantecados crudos, antes de meterlos en el horno, en la tahona de mi abuelo y que las madres y abuelas preparaban con tanto cariño y esmero. El disfrute desde por la mañana con la diana floreada. Los músicos, los dulces y licores en sus calles y rincones, especialmente en Churriana.
Cuando oíamos repicar las campanas, todos a prepararnos, ya que no se puede llegar tarde a la misa para pillar sitio y escuchar el concierto en la plaza. Hablando de sitio, ¡cuánto nos gusta en Pórtugos que la banda sepa tocar “El Sitio de Zaragoza”! Lo que si se echa en falta es el baile de los pasodobles en parejas al terminar la ceremonia religiosa.
También me viene a la memoria los cuartillos de garbanzos “tostaos” que vendían en el puesto de la plaza los Pan de Trigo, los mistos crujeteros y esos juguetillos de plástico malos que nos hacían tanta ilusión. Aunque ahora estamos muy acostumbrados a ver al Lucky tan arreglado, ¿no os acordáis de la ropa que vestía para la ocasión el alguacil José el Treveleño y lo que la porra que llevaba nos llamaba la atención? Estos eran los únicos días que se ponían las banderas en el balcón del Ayuntamiento Viejo.
Y los músicos repartidos por las casas, algo muy curioso y singular, signo de la hospitalidad que nos caracteriza y un gran ejemplo de colaboración de los vecinos con las fiestas. A todos los chiquillos el que más nos gustaba era el de las chanflas, pero si te daban el del trombón tampoco estaba nada mal.
Los columpios que se instalaban en la plaza: un tiovivo empujado a mano (al que empujaba un rato le daban viaje gratis) y la noria de la que los niños estábamos asombrados de lo alta que era porque superaba el “terrao” de Pilar Rodríguez.
La emoción al comenzar la misa con todo el mundo cantando las canciones que tanto arraigo tienen en Pórtugos y ver a muchos hombres y mujeres con lágrimas en los ojos o un nudo en la garganta y el vello de punta. Momentos muy íntimos y especiales en donde todo pasa por nuestras cabezas y nos vienen los recuerdos de las personas que nunca podemos olvidar. Se nota una energía especial como si en esos instantes todos somos uno solo, porque todo el mundo parece que tiene las mismas sensaciones. ¿ES ESTO MENTIRA?
Tras unas cervecillas con tapa en el Bar de los Mayordomos y Mayordomas, porque éstas cada vez abundan más, acaba el concierto de la banda de música en la plaza y antes de irse a la casa a comer o mejor dicho a dormir un poco y descansar, hay que tomar la cerveza en el Lújar, aunque sea en quinta fila y haciendo equilibrio con el plato de manitas de cerdo que Nati nos prepara para la ocasión. En estas, ponte y saluda a alguien con las manos pegajosas y los dedos blancos del papel de la servilleta. Así, cada uno se va a su casa con el lamparón en la corbata o en la pechera prominente, a la vez que regañando, pues éste es día de traje y vestido de estreno.
Para ir terminando: ¿Por qué estamos todos aquí y ahora? Hay algo que nos une y que hace que muchos de los que me estáis escuchando hagáis un esfuerzo por venir al pueblo, nuestro pueblo, vuestro pueblo, aunque sea para tres, dos, uno o medio día, incluso unas horas, pero ¿a qué? Hace un rato hemos estado en la iglesia y lo hemos visto. ¡Cómo queremos a nuestras vírgenes! Bueno…., las vírgenes no, La Virgen, y ¡qué suerte!, no sólo tenemos una, sino dos. ¡Cuánto nos envidian los pueblos de alrededor por la belleza de nuestras imágenes! ¡Qué contraste nos reflejan!, como la vida misma, con sus buenos y malos momentos. Miramos hacia un lado y vemos la tristeza y la angustia; miramos al otro y vemos la alegría y el gozo. Lo mismo que nuestra vida: llena de altibajos.
¿Qué tenemos que hacer hoy? ¡Estamos de fiesta! Miremos a la imagen de nuestra patrona y digamos con fuerza: ¡¡Viva la Virgen del Rosario!! … y ¡a disfrutar! Cada uno a su medida, ya seas niño, joven, adulto o algo mayorcito.
Alegraos, aprovechad el tiempo y deleitémonos gracias al trabajo de los mayordomos y mayordomas que con tanto esfuerzo nos organizan estos días de fiesta. Con su trabajo y las aportaciones de los vecinos, cada uno en la medida de sus posibilidades y de los portugueños que no viven en el pueblo, que cuando se acerca el mes de octubre y llaman a sus puertas dicen: ¿Quién es? Por el interfono o en el rellano responden: ¡Los mayordomos! ¡Qué alegría les das! Te reciben en la casa y te cuentan que te estaban esperando. Al ver que se aproximan estos días algunos dicen: “pensábamos que ya no ibais a venir”.
¡Cuánto nos une la fiesta! Lo que he ido desmenuzando a lo largo de estos folios y que os he leído ahora, os puede gustar o no, lo podéis ver apropiado para este momento o no, pero de lo que no tenéis que tener ninguna duda es de que ES VERDAD, por lo tanto, NO TODO ES MENTIRA. ¡Cuántas cosas de verdad hay en ellas, en nuestras fiestas!
José Carlos Quirantes Rodríguez
Para terminar sólo decir y que digáis conmigo: ¡VIVA LA VIRGEN DEL ROSARIO! ¡VIVA PÓRTUGOS!, Y que ¡VIVA LA FIESTA! MUCHAS GRACIAS Y QUE DISFRUTÉIS.